miércoles, 30 de julio de 2003

El loco, el muerto, el ángel y el demonio



Historia antigua sobre unos seres que habitan en la mente de un enfermo psicótico.


El loco, el muerto, el ángel y el demonio


¡mira cómo está la luna, triste y hambrienta por mi alma!

– Dijo un día el loco al muerto -- no imaginas con que melodías tan hermosas me llama: como baja el coro de ángeles: ¡ellos tan tímidos a la oscuridad del demonio.

– ¡Míralos a ellos; iracundos en su sueño de perfección, sumidos en su cielo de mentiras! Y hallados en la montaña; alabando a la vida, abrazando a la muerte: ¡a ti muerte añorada! Temor del que ve, sueño añorado y pasivo del ciego.

– El muerto mira al loco como quien mira a un espejo; ¡pero no encuentra respuesta!: La respuesta no está en reflejar la luz, ella se encuentra en absorber todo de esta: en no dejar escapar nada del color del día y forjar la noche; negra como el alma, sublime como el amor, y placeba como la masturbación.

– Que les pasa locos iracundos llenos de tortura.-- Dice el ángel con voz de trueno sordo.

– Es que no miran la belleza de lo vivo, el color puro de Dios y la sangre de vino del redentor.

– ¡La única sangre que veo es la de mi alma!-- Contesta el loco-- ¡pues yo soy el loco y el muerto!, ¡pues estoy cuerdo y estoy loco! ¡Pues yo te reclamo tu ceguera; pues ésta es más pura y limpia, y más viva que mi sexo que está muerto y amo más aún tu ingenuidad, porque ella me mantiene vivo y porque no puedes juzgarme y porque no puedo odiarte!

– ¡Cierto día el loco encontró al muerto desparramando lágrimas rojas en el agua!; Antes buena, ahora Santa: de la quebrada más triste, del sueño del hombre; que se va en un viaje sin retorno y sin sentido, y que el final es siempre el principio: ¡porque muerto estoy, y muerto estaré!

– Cierto día el loco lloró la lágrima seca y cristalina; qué sabe a luto, que sabe a vida: pero es impura pues llena la copa del sediento; y este no la aprecia, y la besa el demonio, y este no la aprecia: y es tan impura porque surge de loco, y éste no la aprecia: y es del muerto, pero nunca la bebe: ¿por qué?, Porque es del río y nunca la verá brillar con el sol; porque en instantes se evapora y al final del camino vuelve a ser del loco; y no es de nadie, sólo del muerto.

– El demonio dice al muerto: ya me vez vestido de negro, más o menos loco que tú; ¡qué importa!, Vengo a mostrarte lo sombrío y a contarte de lo hermoso.

– Lo sombrío: ¡es la noche! ¡Es mi alma! Esto sueño, es el viento frío del muerto que te habla y te cuenta: que está solo y triste, que él vivió y por eso está muerto. Cada vez que te hablo de lo sombrío, lo poco que queda de mi corazón se despedaza, y son miles y miles te pequeños fragmentos; tratar de unirlos es mi odisea y mi destino, ¡y no tengo sombra, pues no tengo luz!

– La luz, lo hermoso: ¡es el día! ¡Es mi sueño! Es el alma del ángel; el es mi luz, mi amante prohibido: sólo puedo verlo volar como las palomas; tan sexual como una piedra, y pasional como el viento. El es mi luz, yo soy su sombra; bello complemento; pero sólo un desperdicio de su cuerpo, sólo una miga de la gran cosecha: ¡soy las semillas marchitas! Por eso mi amistad contigo, por eso mi apego con tu alma: ¡y si soy de la noche! ¡Y si soy del día!: Es por apego al muerto, y es por amor al ángel.

– Cierto día el ángel bajo a la tierra a ver la belleza de la primavera: el rojo blanco de las rosas, el verdor azul de la hierba: ¡y tocó el suelo con melodías de llanto! Pues era tierra profana; pues era lo bello del demonio y la sonrisa pasiva del loco: ¡pero aún así! Era hermoso.

– ¡El ángel besó la Rosa como quien besa los cálidos párpados de Dios! ¡Y besó las espinas, como quien besa los pies del demonio! Y se enamoró de su sangre; como quien ama al demonio.

– ¡Ese fue su día! ¡Ese fue su primer día! El día en que amó al dolor, en que bebió la lágrima de loco, la sangre del muerto: ¡y amó el alma del demonio! ¡Y por primera vez tuvo sombra, y por primera vez tuvo amante!

– Y no fue del día, y no fue de la noche: fue del mendigo: y no pidió monedas, sólo un poco de cariño; y fue el hada de la noche; pero en sus ojos contemplaba el día. ¡Y voló y voló al infinito, en el beso sucio y Santo de la noche perpetua, en el alma del demonio fue mujer y fue hombre, fue luz y sombra, agua y arena, amante y guerrera: ¡y fue la luz del demonio, y la sombra del cielo!

– El loco lloró tristemente al ver al ángel confundido, y lo llamó Eros, y lo llamó Thanatos. ¡Tu tan confundido! ¡Puedes ser acaso mejor que yo!: acaso es mejor él loco que confunde la luz con lo difuso, que no tiene conciencia de su vida: acaso es mejor que él ángel que ilumina el día y da color a la noche: ¡acaso el ángel está más confundido que el loco! Ese puro ángel que ahora no diferencia lo oscuro del lo brillante; que ahora es parte de la noche, y que ama la noche; como ama al demonio. Puedo estar muy loco, pero no amo al demonio: éste es amigo del muerto y este es amigo de loco; puedo compartir contigo al muerto, ¡pero nunca al demonio!

– ¡Hasta el muerto vio triste ese día al ángel, y hasta el muerto pudo comprender su cariño!

– ¡Y el ángel huyó! ¡Y el ángel sufrió!

– ¡Y el demonio sufrió! ¡Y el demonio lloró!

– Cierta noche dijo el demonio al ángel: que le regalaba su luna, su más bello sentimiento: ese que está en la sangre del campesino, en el alma del ciego, y que nunca era desvelado por el ojo: pues éste sólo recibe reflejos oscuros, y nunca captura su luz difusa: la luz que se va al infinito y que a lo lejos azulea como el alba; que despierta al obrero por las mañanas, y que al final del día se descondensa en anaranjado ardiente.

– ¡Y el ángel amó aún más al demonio!

– ¡Y el demonio se acompañó más del muerto!

– ¡Y el loco apreció al ángel, amó la desgracia del muerto, y la gloria del demonio!

– Cierto día mostró Dios al ángel el paraíso: le dijo-- esta es tu herencia, es mi regalo para mi ángel amado; es lo que te ofrezco, es mi alma y la tuya; es él cielo santo lleno de belleza, y es símbolo del día perpetuo. Entonces pesó le al ángel lo que sentía, ¡y lo rechazó!

– Cierto tarde caminaba el loco por la acera vacía: ¡la miró! era el suelo gris, era su alma triste: ¡con camino al principio, con destino a la nada!, Era el loco que miraba al final y veía al cuerdo; éste era el símbolo del miedo, el era lo que él más temía. El cuerdo se acercó al loco, y el loco rechazó al cuerdo, ¡y los dos fueron locos!, ¡y los dos fueron cuerdos!; y se amaron en rechazo y se tocaron por encima; se besaron sin labios y lloraron sin lágrimas. El loco llevó al cuerdo a la montaña del olvido, y el olvido llevó al cuerdo a la locura.-- Y el muerto los llamó: ¡los locos!-- Y ellos se llamaron: ¡uno solo! ¡Sólo un loco!

– Y el ángel le dijo a loco: dime tú mi loco que estás más cuerdo que yo, si he de despreciar la luz en su plenitud, por la gracia y la gloria de lo bello del amor de un monstruo, un monstruo que es más Santo que lo Santo, y más mío que mi alma.

– Sólo alguien que sufre puede hablar con un loco: si me pides consejo a mi, es porque seguro ya no sabes qué hacer. Pues has triste el día, y armoniosa a la noche: no temas comer de lo sombrío pues eres ángel y a todo le das luz.

– En una cierta y bella tarde, platicaba el muerto con el campesino. El muerto lloró con rojo vino sangre; abono del cultivo; vertiente del rojo barro del suelo árido: el suelo: el alma del muerto; él la adora pues con su alma da vida. El campesino llora con su piel bajo los rayos del sol, son producto de su trabajo, son la fertilidad del suelo: ¡y no le da lástima! ¡El ángel lo mira y se conmueve, y llora! ¡Y ama la sangre del muerto, como el sudor del campesino! ¡Y no tienen sombra! ¡Y son tan radiantes!



– ¡Cierto día amo el muerto a la vida, y la vida desprecio al muerto!

– ¡Y el ángel rechazó al demonio!

– ¡Y el loco separó al cuerdo de si!



– Y todo terminó como el agua del río, como la lágrima del loco; fue al final y volvió al principio, ¡y nunca tendrá fin!